Eugenio Polgovsky: El cine documental como denuncia y detonante de reflexión
“Pobres contra pobres, comode costumbre: la pobreza es
una manta demasiado corta, ycada cual tira para su lado”.
Eduardo Galeano
¿Qué hace un niño con un cuchillo?,¿por qué esos señores están persiguiendo ratones?, ¿qué hace ese niño solo cargando palos en medio del bosque?, ¿por qué no se mudan si el río de igual manera ya nunca se va a limpiar? Todas son preguntas desde la subjetividad, desde el privilegio. Que no lo veamos no significa que no exista y Eugenio Polgovsky se dedicó a poner el reflector en esas otras vidas, que nos son tan ajenas y ni brutalmente lejanas. Pensamos en la desigualdad social como hechos aislados que suceden a distancia, dejamos que pasen sin tocarnos. Sin embargo, el ojo —el lente de Eugenio— tuvo bien claro lo que debe y no debe hacer a la hora de filmar y de editarse para acercarse a esas historias.
Al ver cualquiera de sus producciones podemos notar con mucha claridad la contundencia de su mirada. Camina al nivel de las y los niños que andan en el bosque, se sienta ahí dónde se sientan todos a comer jitomates recién cosechados (Los herederos, 2008), se espina con el mismo cactus en el que aquellas personas cazaban un ratón de desierto para comer (Trópico de cáncer, 2004) y se mete al río muerto que una vez fue vida y ahora también mata (Resurrección, 2016). Su mirada no fue exotizadora, sino empática, sensible y panorámica.
Hablar del "otro" siempre implica subjetividad y privilegios; el privilegio de quien puede hablar y, sin embargo, decide callar y ceder la palabra. Los productos finales que le fueron tan premiados a este director resultan esa denuncia que incomoda al ser pronunciada con rotunda crudeza y no por eso su trabajo es insensible, al contrario, resulta desgarrador en su sencillez. Eugenio jugaba con las imágenes para construir narrativas que nos dejan claro que esa pequeña que acomoda la urdimbre del telar un día será esa abuela que camina doblada por los años y por la vida, que la señora mayor fue joven y tampoco tuvo infancia, que esa madre pone a la chiquita a hacer tortillas y prender el comal, y que el señor que pone a hacer tabiques al chamaco cuando cae de lleno el sol fueron un día niños que trabajaron haciendo lo mismo que el abuelo sigue haciendo. Pensamos entonces en las vidas explotadas, agotadas, en las infancias arrebatadas, en esa gran y vergonzosa herida nacional.
Si bien algunos opinaron que este tipo de cine puede lindar con la llamada pornomiseria, el enfoque y tratamiento que Polgovsky no romatiza ni busca una estética preciosista dentro de este precario y doloroso contexto. Es principalmente un afán intimista que apunta sin miramientos ahí dónde encuentra diferencia, que expone, a través de sus contrastes, las abismales diferencias de clase, raza y género que polarizan estas formas de vivir o de “ser mexicano”, así como la división del trabajo, porque nunca nada va a ser blanco o negro. Hay una cantidad infinita de tonalidades que permean al mundo y determinan por ende la existencia de cada ser vivo.
La contribución de Polgovsky al lenguaje documental contemporáneo mexicano se distingue, aún a unos años de su partida, por su franqueza y edición. Estas producciones que se dedican a crear conciencia en la responsabilidad de cada uno, a replantearnos como sociedad y como seres humanos son las que dejan huella de una muy particular manera. Su obra como pocas sacuden y hacen pensaren la propia identidad.