Triste canción de lucha. Santa Gertrudis, la primera pregunta sobre la felicidad
La primera pregunta sobre la felicidad no es una joya por sus intrincados mecanismos narrativos, visuales o de montaje. Lo es porque representa un fragmento de la vieja historia mexicana que parece repetirse cíclicamente sin descanso desde hace cientos de años. La lucha para no morirse de hambre por los pueblos menos afortunados y más desprotegidos del país.
Este material te coloca en un contexto de cercanía con los habitantes de Santa Gertrudis, un pueblo oaxaqueño en cuyas huestes se han levantado grupos de insurrección por la lucha de las tierras; parece que estás leyendo algún libro de Azuela o Ibargüengoitia. El resumen de una cultura en un fragmento artístico que si bien busca generar algún tipo de consciencia, entristece, nos recuerda nuestros barrios, nuestros pueblos, nuestra gente.
El problema es complejo, no se trata de un socialismo mocho en el que el rico es malo y el pobre un mártir. Pero tampoco es la historia de un grupo de agitadores profesionales que llegó a mover las aguas a un pueblito en el que todo era paz, tranquilidad y misa de siete los domingos. El pueblo está marcado por los constantes abusos por parte de terratenientes, caciques e instituciones que se niegan a integrarlos al sistema. Aunque sea para que su autogestión tenga una oportunidad, no para obtener riquezas o convertirse en una industria agraria, sino para comer, para vivir.
Encontramos a todos los personajes: el presidente municipal (heredero, al menos del apellido, del terrateniente malvado de la historia), el narrador afiliado al partido que nos cuenta la versión oficial, los miembros de la coalición campesina que son una misma voz sin líder. Nos narran de a poco la historia del pueblo, la de sus vidas, las de sus padres asesinados. Mientras un grupo escucha al otro en una grabadora y forman un diálogo (como el mejor recurso de este documental) en una edición fluida.
Los abusos y arbitrariedades de cada grupo se hacen notar ante la mirada de la bella sierra oaxaqueña. Una que otra toma contemplativa y muchos encuadres a los rostros de las personas, ojos opacos, como vacíos. Llenos de tristeza y violencia. Un temor constante, pero una convicción fuerte porque ambas partes creen tener la razón y defender lo justo, lo virtuoso y todo aquello que en un futuro legarán a las siguientes generaciones.
Lamentablemente estas historias siguen ahí. Nada ha cambiado. El mismo viejo relato de la lucha por el control, el poder, la tierra y la vida. El documental aporta un testimonio de nuestra idiosincrasia, de nuestros dolores y carencias, no solo físicas, sino intelectuales y conceptuales.
Un documental entrañable, sus 101 minutos se van volando y dejan un sabor agridulce, la lucha sigue pero el futuro es incierto. Altamente recomendable, con buena edición de sonido, montaje y narrativa el diálogo se da, se enfrenta y revienta entre paredes de carrizo que no se sabe hasta cuando aguantarán. Si el sonido de una guitarra vieja y desafinada seguirá protestando hasta que el plomo le arranque las cuerdas o hasta que la tinta entregue las promesas.
@elpinshidiablo: Vagabundo. Rolándola entre el rocanrrol, la literatura y el cine. Comunicólogo por azar. Transgresión como bandera, cumbiones como himno.